- enero 2018
- Por Por Humberto Mendieta
Redescubrir Minca
Desde mis años de explorador con la Brigada de Socorro no recorría Minca. Hace tiempo este corregimiento samario dejó de ser un asentamiento de colonos y se convirtió en una pequeña y paradisiaca metrópoli en la que conviven en sana paz y de manera permanente cerca de mil personas, 50 de ellas extranjeras de 16 nacionalidades diferentes. Un porcentaje que lo dice todo. Una pequeña Torre de Babel en lenguas a mil metros de altitud, sin la desafiante intención de enfrentar a Dios y en donde todos se entienden.
¿Por qué una pareja suiza decide invertir todos sus ahorros en la construcción de una cabaña para quedarse aquí? ¿O por qué lo hizo una francesa especializada en medicina alternativa? O esposos rusos que dan clases de yoga y son guías. O Isabela, una diseñadora polaca con un proyecto cultural integral. O Jonhas, un corpulento alemán experto en hacer y beber cerveza –es maestro cervecero graduado en una universidad bávara en esta particular y envidiada profesión– y sigue en el trajín diario de fabricar la bebida con métodos artesanales y con los más particulares nombres como ‘Colibrí’, entre otros. Todo el día probando mezclas. Y por la noche se relaja tomándose unas ‘frías’ colombianas en el popular Museo del Cacao del Colombo-venezolano-norteamericano Eliécer Velasco, en donde la oferta de chocolates, dulces y otros tantos productos a base de cacao y de cannabis es amplia. Jabón, ungüento y lubricante íntimo femenino son ofertados y muy requeridos.
El bogotano de ascendencia catalana Gerardo Castellón Núñez es otro ejemplo de esta comunidad, con un modelo ecológico como Eco Point, que era un basurero y ahora es un hostal bien puesto. Fue, en efecto, una gran recuperación medio ambiental con el sonido del río todo el tiempo y el cantar de los gallos a primera hora.
Luego, está Sierra arriba Eugenio Hidalgo, pequeño productor de café. Y el barranquillero Gonzalo Tovar, un gestor cultural que abre espacios en medio del verdor de la naturaleza y todos los paisajes desde los 360 grados. Nubes, montaña y la vista que se pierde en lontananza. De otro lado está la Perna cultura que maneja una norteamericana con un francés y un argentino. Siembran albahaca, rúgula, moringa, mostaza y vetiber. Participan ellos en una oferta comunitaria del belga Phil Bekaeart.
También un líder wiwa, Luntana, con un proyecto de cultura histórica artesanal indígena. Preserva los ancestros, pero incorpora sus conocimientos en negocios para que las mujeres de su etnia comercialicen sus productos.
En una curva de Minca hay una panadería francesa que atiende un caraqueño.
Hace un poco más de tres décadas Minca fue objeto de indolentes ataques guerrilleros y luego en su “recuperación” entraron los paramilitares que azotaron con sevicia a la gente. Durante años el corregimiento estuvo sitiado por esas fuerzas. Desde hace 10 todo volvió a la normalidad y el impulso que le dio la nueva vía la transformó en un destino apetecido, con 20 grados de temperatura y un ejemplo de tolerancia en el corazón de la Sierra Nevada. No hay que perderse de esta oferta turística cultural. Más cerca que Miami.
Tomado de EL HERALDO - Barranquilla