- 10 de noviembre 2016
- Por Michel MOLINA - Minca
Los árboles
"Vivimos en el mundo, cuando lo amamos"
Tagore
Los árboles son los pulmones de la Tierra. Esta frase la hemos escuchado y leído cientos de veces, la hemos visto bien documentada en los programas de Discovery Channel que nos muestran, con una excelente producción cinematográfica, los últimos bosques que aún tiene el nuestro planeta. Incluso, en los textos de biología del colegio de nuestros hijos y nietos, todavía aparece el Amazonas como el pulmón del mundo.
Y la pregunta es: ¿hemos interiorizado esta realidad?
Hemos hecho consciencia cuando pronunciamos mentalmente estas frases.
Para entrar en materia sabías qué se necesitan veinticinco árboles para cubrir la demanda de oxígeno diaria en la vida de un ser humano?
Existe suficiente información en Google sobre la importancia de los árboles para nuestra inmediata supervivencia.
Hoy, después de millones de años, los árboles continúan con nosotros esparcidos en cientos de especies, habitando una parte importante de la tierra, permitiendo según los climas y ambientes una sana convivencia con otras especies como los pájaros y demás animales silvestres. Para muchos de ellos es su hogar.
Estos seres maravillosos que nos inspiran y nos conectan con el cielo nos proporcionan una energía mágica, sanadora y espiritual. Se ha comprobado que una caminata de veinte minutos por un bosque nos ayuda a sanar varios de nuestros desequilibrios físicos y emocionales, causados por la cantidad de radiaciones a las que estamos sometidos en nuestra vida diaria moderna.
Los arboles toman agua lluvia, reciben rayos del sol y minerales del suelo fortaleciendo sus raíces hasta lograr grandes alturas siendo así capaces de sobrevivir por cientos de años.
Un árbol maduro puede absorber cerca de seis toneladas de dióxido de carbono al año.
Los miles de árboles que nos acompañan y embellecen nuestro entorno, prestan un beneficio altruista y generoso, ejemplo del más puro amor incondicional, por eso, debemos aprender a convivir con ellos en armonía y respeto como lo hicieron nuestras culturas ancestrales.
Se recomienda que antes de sembrar un árbol, se conozca cómo serán sus raíces, cuánto crecerán, la cantidad de agua y de luz que necesitarán, y cuáles las condiciones atmosféricas ideales para propiciar una vida larga.
No todos los ambientes son adecuados para todos los tipos de árboles.
Al podarlos jamás le quitemos la copa porque sin hojas morirán, ya que es allí donde guardan su alimento y las sustancias antisépticas que le ayudan a curar las heridas.
El cambio climático o mejor llamado calentamiento global, es la amenaza más grande de este siglo, con consecuencias no sólo ambientales sino sociales, culturales y económicas.
El llamado planetario para crear un mundo más próspero , más sabio implica un cambio de conciencia sobre el papel que juegan los árboles en nuestra vida. Por eso, esta gran cruzada para su cuidado inmediato tiene que ser acogida con suma urgencia por las grandes corporaciones que son hoy, responsables del evidente deterioro de la biodiversidad. Todos tenemos que trabajar por elevar el nivel de comprensión de sobre la importancia que tienen la conservación de nuestros ecosistemas.
Preparémonos para cuidar, conservar y sembrar más árboles y sigamos siendo participes de esta unión ancestral que nos han enseñado que cada árbol posee un espíritu conectado al cielo que nos protege y nos guía durante nuestra vida.
Este tiempo es el reinicio de una relación amigable y confiable con la naturaleza respetando sus ciclos, sus cursos y se garantice así desde la polinización hasta la siembra de semillas de grandes árboles que en los años venideros serán los bosques que albergaran a las comunidades que darán vidas a las generaciones futuras. Es prioritario que nos acerquemos a una visión ancestral de la existencia del árbol y su protagonismo con el futuro y hablando de futuro tomo prestadas las palabras de Aldo Alkai sobre la responsabilidad planetaria:
El futuro demanda que cada quien asumamos una responsabilidad cada vez más amplia en medio de una tierra aún demasiado parcelada. Caduca para siempre aquello de “¡Salvase quien pueda…!”, “¡Gane, triunfe quien pueda!”…, que tornó insostenible la vida, que nos colocó al borde del abismo colectivo. La diabólica deriva de pensar sólo en primera persona ha puesto en cuestión el futuro del planeta y la humanidad. Toca ahora ensayar lo nunca probado a gran escala: anteponer los intereses colectivos a los personales, pensar en el beneficio de la comunidad antes que en el propio. Ya no vivir sólo para nosotros y los nuestros, sino convertirnos cada quien en guardianes del otro, en custodios de la comunidad global”.
Hace dos años, Morales ya promulgó una ley que concede “derechos” a la Madre Tierra o Pachamama como si fuera una persona, entre ellos, el derecho a la vida, a la diversidad, al agua, al aire limpio, al equilibrio, a la restauración y a vivir libre de contaminación.
Creemos que debemos seguir este ejemplo e ir un poco más allá y volver a retomar la vieja creencia de nuestras antiguas culturas sabias, que veían en el bosque la morada de los dioses, de seres sabios y sobrenaturales que protegían y cuidaban de todo mal o de algún peligro.